Gente

Hay gente que con solo decir una palabra, enciende la ilusión y los rosales, que con solo sonrreir entre los ojos nos invita a viajar por otras zonas, nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente que con solo dar la mano, rompe la soledad, pone la mesa, sirve el puchero, coloca las guirnaldas, que con solo empuñar una guitarra, hace una sinfonía de entrecasa.

Hay gente que con solo abrir la boca, llega a todos los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, hace cantar al vino en las tinajas, y se queda después como si nada, y una se va de novio con la vida, desterrando una muerte solitaria, porque sabe que a la vuelta de la esquina, hay gente que es así TAN NECESARIA

viernes, 21 de septiembre de 2012

BUSCANDO A DIOS


Hace unos doce años, mientras observaba a mis alumnos de la universidad entrando en el aula para nuestra primera clase de Teología, vi a Tommy por primera vez.


Tommy lucía una larga cabellera rubia, que caía por debajo de sus hombros. Era la primera vez que veía a un joven con una cabellera tan larga. Me imagino que era lo que estaba de moda en esa época.

Sabía muy bien que no es lo que está sobre la cabeza lo que importa, sino lo que está dentro, pero ese día no pensé demasiado y catalogué a Tommy bajo la "E" de extraño...

Tommy resultó ser el "ateo de la clase" en mi curso de Teología. Objetaba a cada momento, sonriendo con sarcasmo, o expresando, por medio de un suspiro o un gemido, su negativa a la existencia de un Dios Padre que nos ama incondicionalmente. A pesar de todo, convivimos en una paz relativa durante un semestre, aunque tengo que admitir que a veces llegaba a hartarme.

Cuando, al terminar el curso, vino a entregarme su examen, me preguntó en un tono algo cínico: "¿Cree usted que alguna vez encontraré a Dios?“

Inmediatamente decidí usar la técnica de la terapia de choque: "¡No!“ -le dije muy enfáticamente. "¿Por qué no?“ -me respondió- "creí que ése era el producto que usted vendía.”

Dejé que estuviese cerca de la puerta del aula y alcé mi voz para decirle: "¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios, pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti."

Se encogió de hombros y salió de mi clase y de mi vida.

Me quedé algo frustrado pensando que no había captado mi ingeniosa observación: "¡Él te encontrará a ti!“. Por lo menos, yo pensaba que había sido ingeniosa.

Algún tiempo después me enteré de que Tommy se había graduado y me alegré de ello. Más adelante me llegó una triste noticia: Tommy padecía un cáncer terminal.

Antes de que pudiera ir a visitarlo, él vino a verme. Cuando entró en mi despacho parecía demacrado y su larga cabellera había desaparecido debido a la quimioterapia, pero sus ojos brillaban y su voz tenía la misma firmeza de siempre.

"Tommy, he pensado mucho en ti... supe que estabas enfermo“ - le dije.

"Oh, sí, muy enfermo", -me respondió- "tengo cáncer en ambos pulmones. Es cuestión de semanas."

"Tom, ¿quieres hablar sobre eso?“ -le pregunté.

"Por supuesto, ¿qué quiere saber?“ -me contestó.

"¿Qué se siente al estar muriendo con sólo 24 años?“ - le dije.

"Bueno, podría ser peor."

"¿Cómo que peor?"

"Bueno, peor sería llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales; o llegar a los cincuenta creyendo que beber, seducir mujeres y hacer dinero son 'lo máximo' de la vida."

(Empecé a recordar el día en que había clasificado a Tommy bajo la "E" de extraño... Me pareció como si Dios me lo devolviera para que él me educara a mí.)

Pero por lo que en realidad vine a verlo es por algo que usted me dijo el último día de clase."

(¡Se acordó!)

Continuó diciendo: "Yo le pregunté si usted creía que yo llegaría alguna vez a encontrar a Dios. Usted me dijo que no, cosa que me sorprendió mucho. Después usted añadió: 'Pero Él te encontrará a ti'. Estuve pensando mucho en eso, aunque no se puede decir que mi búsqueda de Dios fuera muy intensa por aquel entonces."

(Mi ingeniosa observación... ¡había pensado mucho en ella!)

"Pero cuando los médicos me extirparon el tumor que tenía en la ingle y me dijeron que era maligno, fue cuando empecé a buscar seriamente a Dios. Y cuando el cáncer se extendió a mis órganos vitales, empecé a golpear fuertemente con mis puños las puertas del Cielo... pero Dios no salió. De hecho, no ocurrió nada”.

“¿Alguna vez ha tratado de hacer algo con mucho esfuerzo sin obtener ningún resultado? Uno se harta psicológicamente, se aburre de intentar e intentar... y, finalmente, uno deja de hacerlo.

Bueno, pues un día me desperté y en lugar de seguir lanzando mis ruegos inútiles a un Dios que posiblemente no estuviera allí, me rendí... Decidí que en realidad no me importaba Dios, ni una vida después de la muerte, ni nada que se le pareciera. Decidí pasar el tiempo que me quedara haciendo algo más provechoso”.

“Pensé en usted y en su clase, y recordé otra cosa que nos había dicho: 'La mayor tristeza es pasarse la vida sin amar. Pero sería igualmente triste pasar por la vida sin haberle dicho a los que uno ama cuánto los ama'. Así que empecé por el más difícil: mi padre.

Él estaba leyendo el periódico cuando me acerqué.

"Papá"

"¿Qué?“ - preguntó sin levantar los ojos.

"Papá, quisiera hablar contigo."

"Bueno, habla."

"Papá... es algo verdaderamente importante."

Bajó el periódico lentamente, "¿De qué se trata?"

"Papá, yo te quiero mucho. Sólo quería que lo supieras."

(Tom me sonrió, mientras me lo contaba, con satisfacción, como si sintiera un gozo cálido y secreto que fluía a través de su alma).

"El periódico se cayó de sus manos. Entonces mi padre hizo dos cosas que no recuerdo que hubiese hecho antes: lloró y me abrazó. Estuvimos hablando toda la noche, aunque él tenía que ir a trabajar al día siguiente. Me sentí tan bien estando cerca de mi padre, viendo sus lágrimas, sintiendo su abrazo y oyéndole decir que me quería...

Fue más fácil con mi madre y con mi hermano pequeño. También ellos lloraron conmigo y nos abrazamos y nos dijimos cosas bonitas los unos a los otros”.

“Compartimos las cosas que habíamos guardado en secreto durante tantos años. Sólo me arrepiento de una cosa: de haber esperado tanto tiempo... Ahí estaba yo, comenzando a abrirme a todas las personas que siempre habían estado tan cerca de mí.

Entonces, un día abrí los ojos y... ¡Allí estaba Dios! No vino a mí cuando yo se lo rogaba. Me imagino que yo me había portado como un domador, sujetando el aro para que un animal saltara: '¡Vamos, salta! Te doy tres días, tres semanas.'

Aparentemente, Dios hace las cosas a Su manera y a Su hora. Pero lo importante es que Él estaba allí. ¡Me había encontrado! Usted tenía razón: me encontró aún después de que yo dejé de buscarlo."

"Tom“ - le dije casi sin aliento, "creo que estás diciendo algo más importante de lo que te puedas imaginar. Por lo menos para mí, lo que estás diciendo es que la forma más segura de encontrar a Dios es la de no verlo como una propiedad particular, un solucionador de problemas, un consuelo instantáneo en tiempos de necesidad, sino abriéndose al amor. ¿Sabes?, el apóstol San Juan ya lo había dicho: 'Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.'"

"Tom, ¿podría pedirte un favor? – pregunté - Fíjate, cuando te tenía en mi clase eras una verdadera molestia, pero ahora puedes compensarme por todo... ¿Vendrías a mi clase de Teología y les contarías a mis alumnos lo que acabas de contarme a mí? Si yo se lo contara, no tendría el mismo impacto que puede tener al contárselo tú."

“Oh...yo estaba preparado para hablar con usted, pero no sé si lo estoy para hacerlo en su clase.”

"Piénsalo, Tom, y si te sientes preparado, llámame."

Tom me llamó a los pocos días y me dijo que estaba dispuesto, que quería hacer eso por Dios y por mí. Así que acordamos la cita, pero Tom nunca pudo llegar... Tenía una cita mucho más importante que la mía. Por supuesto, su vida no terminó con la muerte, sólo cambió. Él dio el gran salto de la visión de la fe a la visión real. Encontró una vida más hermosa que todo lo que ha visto el ojo humano o que la mente humana ha podido imaginar.

Antes de que muriera, hablamos por última vez:

"No voy a poder ir a su clase“ -me dijo.

"Lo sé, Tom.“

"¿Les hablará usted por mí? ¿Le hablará al mundo entero por mí?”

"Sí, Tom, les hablaré. Lo haré lo mejor que pueda.”

Así que, a todos ustedes, que han tenido la paciencia de leer esta sencilla historia sobre el amor de Dios, gracias por escuchar.

Y a ti, Tommy, te confirmo que traté de hacerlo lo mejor que pude...





(Rev. John Powell - Profesor de la Loyola University de Chicago.)



5 comentarios:

  1. Hola amiga!!!
    Gracias por compartir tan hermosa historia.....
    Un fuerte abrazo desde Venezuela!

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  2. QUE HISTORIA TAN BONITA, ME HA EMOCIONADO ¡¡GRACIAS!! POR COMPARTIRLA

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  3. Hola, Griselda! Qué historia tan profunda y hermosa! Leerla fue un placer para el alma! Muchas gracias por tus lindas palabras a mis bloques Dear Jane! Sí, dentro de un año, con suerte y viento a favor tendré todos los bloques completos! Un abrazo! BESOTES!!!

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  4. Hace unos días leí esto y me encantó pero no pude dejarte comentario...no recuerdo porque...muchas gracias por compartirlo.
    Abrazos!

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  5. Hermosa historia, cuanto nos enseña, gracias por compartirla, besos desde Bs.As. Renèe

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